I. Las cosas que has visto
Muchos se fascinan y se obsesionan con el
futuro (leen horóscopos; buscan lectores de cartas, de café, de cigarro; les
leen las palmas de las manos, consultan a los psíquicos que se anuncian en TV,
se involucran con el ocultismo, etc.), intentando inútil y pecaminosamente
obtener información sobre el porvenir.
Sin embrago, todos estos intentos por
conocer el futuro son en vano. Solo hay
uno que conoce y declara el futuro: Dios (Is. 44:7). Solo en las Escrituras
puede encontrarse la verdad acerca del futuro. Gran parte del AT proporciona
vistazos del futuro, incluso el NT, pero solo el libro del Apocalipsis
proporciona la mirada más detallada acerca del futuro en toda la Biblia.
Con 4 razones de peso el Señor Jesucristo
urge de forma apremiante a todos sus discípulos a prestar especial atención a
esta majestuosa Revelación:
1. Porque el tiempo está cerca (1:3)
2. He aquí, yo vengo pronto (3:11)
3. Él mostró a sus siervos las cosas que debe suceder
pronto (22:6)
4. Ciertamente vengo en breve (22:20)
Y considera 7 veces bienaventurados a los que atienden
su voz (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7; 22:14).
Por lo tanto, el libro del Apocalipsis es
un mensaje Divino (1:1c): “que Dios le dio” cuyos destinatarios
son sus esclavos (1;1d): “para manifestar a sus siervos” y
tiene un carácter profético (1:1e): “las cosas que deben suceder pronto”.
El término “suceder pronto” no se
refiere a la velocidad con la que Cristo se moverá cuando Él venga, sino a la
proximidad de su Venida. “Las cosas que deben suceder pronto”
no es que suceden en un breve intervalo de tiempo, sino que son inminentes; es
decir, que pueden suceder en cualquier momento (Véase Mt. 24:44).
Su tema central: La revelación de
Jesucristo en toda su gloria
La primera vez que nuestro Señor vino a
este mundo, vino cubierto de nuestra
carne. Su deidad estuvo cubierta con
su hombría. Su divinidad ocultada por
su humanidad. Solo de cuando en cuando resplandeció su deidad, como en el monte
de la transfiguración, o en sus obras milagrosas. Pero la mayoría de las veces
la gloria, la majestad, la deidad, la maravilla y grandeza del Hijo de Dios, la
segunda persona de la santa Trinidad, estuvieron
cubiertas.
Estos atributos estuvieron cubiertos de carne, de nuestra
humanidad. Nació en un establo. Creció en pobreza. Supo lo que era tener hambre
y sed. Fue abofeteado, golpeado y lastimado. Fue crucificado y levantado como
un criminal ante la mirada burlona de toda la tierra. La última vez que este
mundo vio a Jesús fue cuando lo hizo colgado en vergüenza, miseria y angustia
en la cruz. Luego apareció a algunos de sus discípulos, pero la última vez que
este mundo incrédulo vio a Jesús fue cuando lo hizo como un malhechor, como un
criminal, crucificado en una cruz romana. Eso
era parte del plan de Dios.
Más aún, es también parte del plan de Dios
que un día este mundo blasfemo, incrédulo e impío vea al Hijo de Dios manifestado en toda su personalidad, en gloria,
en majestad, en toda la maravilla y portento de su divinidad. Entonces todos
los hombres lo verán como realmente es.
Lo verán sosteniendo en sus manos el título de propiedad del universo y tomando
posesión del mismo. De aquí parte la definición del término APOCALIPSIS.
Aunque es Dios soberano, Jesús tomó sobre
sí las limitaciones de la carne humana y habitó personalmente entre los hombres
(Jn. 1:14). Mientras estuvo en la tierra experimentó todas las tristezas y
tribulaciones de la humanidad, excepto que nunca pecó (He. 4:15). Dios siendo
dueño del universo, renunció a todo aún hasta el punto de morir voluntariamente
de la muerte más dolorosa y humillante conocida por el hombre.
Los evangelios son también acerca de
Jesucristo, pero lo presentan en su 1ª Venida en humildad y humillación de su
encarnación, cuando Él se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo (Filip.
2:7); el libro de Apocalipsis lo presenta en su 2ª Venida en exaltación,
majestad, poder y gloria.
Una breve introducción al Libro (Ap.
1:5-20)
Ap. 1:5-20
nos ofrece una vista anticipada de la gloria de su 2ª Venida. Estos versos son
un sumario, resumen o prólogo del Libro completo.
5y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de
los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos
lavó de nuestros pecados con su sangre,
6y nos hizo reyes y sacerdotes para
Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
7He aquí que viene con las nubes, y todo
ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán
lamentación por él. Sí, amén.
8Yo soy el Alfa y la Omega, principio y
fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
9Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe
vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba
en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de
Jesucristo.
10Yo estaba en el Espíritu en el día del
Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
11que decía: Yo soy el Alfa y la Omega,
el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete
iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis,
Filadelfia y Laodicea.
12Y me volví para ver la voz que hablaba
conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
13y en medio de los siete candeleros, a
uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los
pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14Su cabeza y sus cabellos eran blancos
como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
15y sus pies semejantes al bronce
bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
16Tenía en su diestra siete estrellas; de
su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando
resplandece en su fuerza.
17Cuando le vi, caí como muerto a sus
pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y
el último;
18y el que vivo, y estuve muerto; mas he
aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
19Escribe las cosas que has visto, y las
que son, y las que han de ser después de estas.
20El misterio de las siete estrellas que
has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas
son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto,
son las siete iglesias.
Después de la introducción y los saludos, Ap. 1:7 comienza el primer gran oráculo
profético en el libro de Apocalipsis: 7He aquí que viene con las nubes, y todo
ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán
lamentación por él. Sí, amén. Mostrando así que el punto neurológico del
libro es: Cristo viene, pronto.
La exclamación “idou” (He aquí) es un
llamado de atención (como si diéramos una fuerte palmada al aire antes de
hablar), y su propósito es despertar la mente y el corazón del creyente para
considerar lo que sigue, ¿qué es lo que sigue?
¡Que
Jesucristo viene!
El tiempo presente de “erchomai” (viene) sugiere que Cristo
ya está en camino, y por lo tanto su
venida es cierta y además inminente.
Razones apremiantes por las que Cristo
debe volver
1.
Las promesas de Dios requieren que Jesucristo vuelva:
Gen. 49:10, la primera
profecía sobre el dominio del Mesías, dice: No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de
entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.
El salmo 2:6-9,
declara: 6Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi
santo monte. 7Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo
eres tú; Yo te engendré hoy. 8Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como
posesión tuya los confines de la tierra. 9Los quebrantarás con vara de hierro;
Como vasija de alfarero los desmenuzarás.
Isaías predijo el
gobierno terrenal del Mesías (Is. 9:6-7): 6Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el
principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios
Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. 7Lo dilatado de su imperio y la paz no
tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y
confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de
Jehová de los ejércitos hará esto.
Jeremías anticipó
la bienaventuranza del futuro de Israel bajo el reinado del Mesías (Jer.
23:5-8): 5He aquí que vienen días, dice Jehová,
en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será
dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. 6En sus días será salvo Judá, e Israel
habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová,
justicia nuestra. 7Por tanto, he aquí que vienen días, dice Jehová, en
que no dirán más: Vive Jehová que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra
de Egipto, 8sino: Vive Jehová que hizo subir y trajo la
descendencia de la casa de Israel de tierra del norte, y de todas las tierras
adonde yo los había echado; y habitarán en su tierra.
Estas predicciones
y muchas otras que se refieren al reinado terrenal del Mesías no se cumplieron
en su 1ª Venida. Por lo tanto, Él debe venir nuevamente para cumplirlas (Ver
Nm. 23:19) Dios no es
hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y
no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?
2.
La promesa de Jesús requiere su retorno (Jn. 14:2-3): 2En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros
también estéis.
3.
El plan de Dios para la Iglesia exige la venida de
Cristo. En Ap. 3:10 Jesucristo prometió: Por
cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la
hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que
moran sobre la tierra.
Para cumplir esa
promesa, Él debe volver por su Iglesia antes del comienzo de “la hora de la
prueba”. Ese acontecimiento, conocido como el arrebatamiento de la Iglesia, es
un aspecto importante de la 2ª Venida de Cristo.
4. El plan
de Cristo para las naciones no creyentes requiere su venida. El salmo 2 predice un tiempo en el que Cristo
gobernará a las naciones, algo que no tuvo lugar en su 1ª venida; además del
juicio a las naciones incrédulas, el cual tampoco tuvo lugar en su 1ª venida,
por lo cual tiene que volver para llevarlo a cabo.
5. El
plan de Dios para Israel exige que Cristo vuelva. La Biblia enseña que Dios no ha terminado aún con
Israel, su pueblo del pacto. Hablando por medio del profeta Jeremías, Dios
declaró en términos muy fuertes que nunca desecharía de modo permanente a
Israel (Jer. 31:35-37): 35Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día,
las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar,
y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: 36Si faltaren estas leyes delante de mí,
dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación
delante de mí eternamente. 37Así ha dicho Jehová: Si los cielos arriba se pueden
medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé
toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice Jehová. Y (Jer. 33:25-26): 25Así ha dicho Jehová: Si no permanece mi pacto con el
día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, 26también desecharé la descendencia de
Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia quien sea señor
sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré volver sus
cautivos, y tendré de ellos misericordia.
Además de la
existencia continua como nación, Dios le prometió a Israel salvación, paz,
prosperidad, seguridad y un reino. Como estas promesas no se cumplieron al
venir por 1ª vez, Cristo debe volver para cumplirlas.
6. El juicio de Satanás exige que Cristo vuelva.
Una visión extraordinaria
Como parte de “las cosas que has visto”
observamos que a Juan se le permitió tener el inestimable privilegio de recibir
una extraordinaria visión: El Hijo de Dios glorificado.
9Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe
vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba
en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de
Jesucristo.
10Yo estaba en el Espíritu en el día del
Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
11que decía: Yo soy el Alfa y la Omega,
el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete
iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis,
Filadelfia y Laodicea.
12Y me volví para ver la voz que hablaba
conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
13y en medio de los siete candeleros, a
uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los
pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14Su cabeza y sus cabellos eran blancos
como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
15y sus pies semejantes al bronce
bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
16Tenía en su diestra siete estrellas; de
su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando
resplandece en su fuerza.
17Cuando le vi, caí como muerto a sus
pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y
el último;
18y el que vivo, y estuve muerto; mas he
aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
19Escribe las cosas que has visto, y las
que son, y las que han de ser después de estas.
20El misterio de las siete estrellas que
has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas
son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto,
son las siete iglesias.
Juan recibió su visión mientras estaba en el Espíritu; Esta
extraordinaria experiencia trascendió los límites de la comprensión humana
normal. Bajo el control del Espíritu Santo, Juan fue trasladado a un estado de
percepción superior a la de los sentidos humanos, y estando así, Dios le mostró
cosas de manera sobrenatural. Ezequiel (Ez. 2:2; 3:12-14), Pedro (Hch. 10:9-16)
y Pablo (Hch. 22:17-21; 2 Co. 12:1-4) tuvieron experiencias similares.
Indudablemente, Juan recibió la visión un
domingo (en el día del Señor) y de
forma espectacular recibe la encomienda de registrar dicha visión: y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, 11que decía: Yo soy el Alfa y la Omega,
el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete
iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis,
Filadelfia y Laodicea.
La gran
voz (cp. Ez. 3:12) era la del Señor Jesucristo hablando con toda su
penetrante y autoritaria claridad como
de trompeta. Esta voz soberana y poderosa le ordena: Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a
Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
¿Por qué a estas siete iglesias? Porque estaban situadas en
ciudades importantes de los siete distritos postales en los que se dividía Asia.
Ellas eran, por lo tanto, los puntos clave para diseminar la información
contenida en el Libro o rollo.
Las siete ciudades forman una ruta postal, empezando con Éfeso, y
luego, en el sentido de las manecillas del reloj, están ubicadas las otras 6.
Juan,
inmediatamente después de escuchar aquella voz como estruendo de muchas aguas
(1:15c) a sus espaldas, se volvió para ver (1:12a). No fue simple curiosidad o
morbo, sino en el sentido en el que está escrita la frase y respetando además
el contexto de los demás libros, se refiere a la respuesta que hubo al llamado.
Juan estaba colocado en una dirección pero la
voz le urgía a volverse hacia ella, tal como el Señor le indica a todo ser
humano:
“tú
vas en un sentido, pero ese camino que llevas no es mi camino (Is. 55:7-9; 7Deje el impío su
camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual
tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. 8Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos,
ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9Como son más altos los cielos que la tierra, así son
mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos.). Por tanto, vuélvanse “y Mirad a mí, y
sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.” (Is. 45:22).
De aquí aprendemos una máxima de la Palabra de Dios: Para poder
ver la gloria de Dios, algún día, tienes que atender hoy el llamado a la voz
del Señor y volverte del camino humano al señalado por Él en su Palabra.
Una vez vuelto, el apóstol vio al Señor Dios Todopoderoso en medio
de sus 7 iglesias (candeleros) las cuales estaban a cargo de 7 mensajeros o
ministros fieles (estrellas) (Cp. Ap. 1:20). El discípulo amado observa al
Señor como Gran Sumo Sacerdote de su Iglesia “13y en medio de los siete candeleros, a
uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los
pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.“, el
cual portaba un atuendo que describe sus funciones como sacerdote supremo, el
cual ofreció una vez y para siempre el perfecto y completo sacrificio por
nuestros pecados, e intercede fielmente por su Iglesia de manera permanente
(Ro. 8:33-34). El mensaje para la Iglesia era entonces que aún en medio de la
persecución sufrida, las pruebas, tribulaciones y angustias padecidas, Él tenía
atención y cuidado de ella.
Es
importante notar que Juan primero describe el atuendo del Señor, y luego
describe a su persona. Esto es porque las primeras características describen al
Señor como Cristo “uno semejante al Hijo del Hombre,
vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un
cinto de oro. “; y las segundas lo
describen como Dios y Señor soberano. 14Su cabeza y sus cabellos eran blancos
como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15y sus pies semejantes al bronce
bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
Causa y efecto
Todas
aquellas personas que jactanciosamente dicen que han visto a Dios o que han
tenido un encuentro con él nos ponen en dos posturas:
1. Ellos son mentirosos
2. Dios es mentiroso.
¿Por qué? Por lo que Juan relata que le sucedió
inmediatamente después de la visión (Ap. 1:17-19) 17Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso
su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18y el que vivo, y estuve muerto; mas he
aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
En contraste con
los reclamos necios, frívolos, falsos y jactanciosos de muchos que afirman
haber visto a Dios, la reacción de los que, en las Escrituras, vieron realmente
a Dios fue inevitablemente la de temor y temblor, y no solo eso, sino una
huella tan profunda en su interior que ésta provocó un cambio radical y
permanente en sus vidas.
Todo aquel que pudiera enfrentarse
con la gloria santa y deslumbrante del Señor Jesucristo ha de llegar a tal
estado de conciencia que nunca podrá vivir igual sino que el temor a Dios le seguirá
todos los días de su vida.
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