domingo, 27 de enero de 2013

4. LAS COSAS QUE HAS VISTO




I. Las cosas que has visto

Muchos se fascinan y se obsesionan con el futuro (leen horóscopos; buscan lectores de cartas, de café, de cigarro; les leen las palmas de las manos, consultan a los psíquicos que se anuncian en TV, se involucran con el ocultismo, etc.), intentando inútil y pecaminosamente obtener información sobre el porvenir.

Sin embrago, todos estos intentos por conocer el futuro son en vano. Solo hay uno que conoce y declara el futuro: Dios (Is. 44:7). Solo en las Escrituras puede encontrarse la verdad acerca del futuro. Gran parte del AT proporciona vistazos del futuro, incluso el NT, pero solo el libro del Apocalipsis proporciona la mirada más detallada acerca del futuro en toda la Biblia.

Con 4 razones de peso el Señor Jesucristo urge de forma apremiante a todos sus discípulos a prestar especial atención a esta majestuosa Revelación:

1.     Porque el tiempo está cerca (1:3)
2.     He aquí, yo vengo pronto (3:11)
3.     Él mostró a sus siervos las cosas que debe suceder pronto (22:6)
4.     Ciertamente vengo en breve (22:20)

Y considera 7 veces bienaventurados a los que atienden su voz (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7; 22:14).

Por lo tanto, el libro del Apocalipsis es un mensaje Divino (1:1c): “que Dios le dio” cuyos destinatarios son sus esclavos (1;1d): “para manifestar a sus siervos” y tiene un carácter profético (1:1e): “las cosas que deben suceder pronto”.
El término “suceder pronto” no se refiere a la velocidad con la que Cristo se moverá cuando Él venga, sino a la proximidad de su Venida. “Las cosas que deben suceder pronto” no es que suceden en un breve intervalo de tiempo, sino que son inminentes; es decir, que pueden suceder en cualquier momento (Véase Mt. 24:44).






Su tema central: La revelación de Jesucristo en toda su gloria

La primera vez que nuestro Señor vino a este mundo, vino cubierto de nuestra carne. Su deidad estuvo cubierta con su hombría. Su divinidad ocultada por su humanidad. Solo de cuando en cuando resplandeció su deidad, como en el monte de la transfiguración, o en sus obras milagrosas. Pero la mayoría de las veces la gloria, la majestad, la deidad, la maravilla y grandeza del Hijo de Dios, la segunda persona de la santa Trinidad, estuvieron cubiertas.

Estos atributos estuvieron cubiertos de carne, de nuestra humanidad. Nació en un establo. Creció en pobreza. Supo lo que era tener hambre y sed. Fue abofeteado, golpeado y lastimado. Fue crucificado y levantado como un criminal ante la mirada burlona de toda la tierra. La última vez que este mundo vio a Jesús fue cuando lo hizo colgado en vergüenza, miseria y angustia en la cruz. Luego apareció a algunos de sus discípulos, pero la última vez que este mundo incrédulo vio a Jesús fue cuando lo hizo como un malhechor, como un criminal, crucificado en una cruz romana. Eso era parte del plan de Dios.

Más aún, es también parte del plan de Dios que un día este mundo blasfemo, incrédulo e impío vea al Hijo de Dios manifestado en toda su personalidad, en gloria, en majestad, en toda la maravilla y portento de su divinidad. Entonces todos los hombres lo verán como realmente es. Lo verán sosteniendo en sus manos el título de propiedad del universo y tomando posesión del mismo. De aquí parte la definición del término APOCALIPSIS.

Aunque es Dios soberano, Jesús tomó sobre sí las limitaciones de la carne humana y habitó personalmente entre los hombres (Jn. 1:14). Mientras estuvo en la tierra experimentó todas las tristezas y tribulaciones de la humanidad, excepto que nunca pecó (He. 4:15). Dios siendo dueño del universo, renunció a todo aún hasta el punto de morir voluntariamente de la muerte más dolorosa y humillante conocida por el hombre.

Los evangelios son también acerca de Jesucristo, pero lo presentan en su 1ª Venida en humildad y humillación de su encarnación, cuando Él se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo (Filip. 2:7); el libro de Apocalipsis lo presenta en su 2ª Venida en exaltación, majestad, poder y gloria.



Una breve introducción al Libro (Ap. 1:5-20)

Ap. 1:5-20 nos ofrece una vista anticipada de la gloria de su 2ª Venida. Estos versos son un sumario, resumen o prólogo del Libro completo.

5y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
6y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.
7He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.
8Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
9Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
10Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
11que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
12Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
13y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
15y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
16Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
17Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
18y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
19Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
20El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.


Después de la introducción y los saludos, Ap. 1:7 comienza el primer gran oráculo profético en el libro de Apocalipsis: 7He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Mostrando así que el punto neurológico del libro es: Cristo viene, pronto.

La exclamación “idou” (He aquí) es un llamado de atención (como si diéramos una fuerte palmada al aire antes de hablar), y su propósito es despertar la mente y el corazón del creyente para considerar lo que sigue, ¿qué es lo que sigue?
¡Que Jesucristo viene!
El tiempo presente de “erchomai” (viene) sugiere que Cristo ya está en camino, y por lo tanto su venida es cierta y además inminente.


Razones apremiantes por las que Cristo debe volver

1.     Las promesas de Dios requieren que Jesucristo vuelva:
Gen. 49:10, la primera profecía sobre el dominio del Mesías, dice: No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.
El salmo 2:6-9, declara: 6Pero yo he puesto mi rey Sobre Sion, mi santo monte. 7Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy. 8Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra. 9Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás.
Isaías predijo el gobierno terrenal del Mesías (Is. 9:6-7): 6Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. 7Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto.
Jeremías anticipó la bienaventuranza del futuro de Israel bajo el reinado del Mesías (Jer. 23:5-8): 5He aquí que vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra. 6En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra. 7Por tanto, he aquí que vienen días, dice Jehová, en que no dirán más: Vive Jehová que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto, 8sino: Vive Jehová que hizo subir y trajo la descendencia de la casa de Israel de tierra del norte, y de todas las tierras adonde yo los había echado; y habitarán en su tierra.
Estas predicciones y muchas otras que se refieren al reinado terrenal del Mesías no se cumplieron en su 1ª Venida. Por lo tanto, Él debe venir nuevamente para cumplirlas (Ver Nm. 23:19) Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?

2.     La promesa de Jesús requiere su retorno (Jn. 14:2-3): 2En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

3.     El plan de Dios para la Iglesia exige la venida de Cristo. En Ap. 3:10 Jesucristo prometió: Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra.
Para cumplir esa promesa, Él debe volver por su Iglesia antes del comienzo de “la hora de la prueba”. Ese acontecimiento, conocido como el arrebatamiento de la Iglesia, es un aspecto importante de la 2ª Venida de Cristo.

4.     El plan de Cristo para las naciones no creyentes requiere su venida. El salmo 2 predice un tiempo en el que Cristo gobernará a las naciones, algo que no tuvo lugar en su 1ª venida; además del juicio a las naciones incrédulas, el cual tampoco tuvo lugar en su 1ª venida, por lo cual tiene que volver para llevarlo a cabo.

5.     El plan de Dios para Israel exige que Cristo vuelva. La Biblia enseña que Dios no ha terminado aún con Israel, su pueblo del pacto. Hablando por medio del profeta Jeremías, Dios declaró en términos muy fuertes que nunca desecharía de modo permanente a Israel (Jer. 31:35-37):  35Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre: 36Si faltaren estas leyes delante de mí, dice Jehová, también la descendencia de Israel faltará para no ser nación delante de mí eternamente. 37Así ha dicho Jehová: Si los cielos arriba se pueden medir, y explorarse abajo los fundamentos de la tierra, también yo desecharé toda la descendencia de Israel por todo lo que hicieron, dice Jehová. Y (Jer. 33:25-26): 25Así ha dicho Jehová: Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, 26también desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia.
Además de la existencia continua como nación, Dios le prometió a Israel salvación, paz, prosperidad, seguridad y un reino. Como estas promesas no se cumplieron al venir por 1ª vez, Cristo debe volver para cumplirlas.

6.     El juicio de Satanás exige que Cristo vuelva.


Una visión extraordinaria

Como parte de “las cosas que has visto” observamos que a Juan se le permitió tener el inestimable privilegio de recibir una extraordinaria visión: El Hijo de Dios glorificado.

9Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.
10Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
11que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
12Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
13y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
15y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
16Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
17Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
18y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
19Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
20El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias.

Juan recibió su visión mientras estaba en el Espíritu; Esta extraordinaria experiencia trascendió los límites de la comprensión humana normal. Bajo el control del Espíritu Santo, Juan fue trasladado a un estado de percepción superior a la de los sentidos humanos, y estando así, Dios le mostró cosas de manera sobrenatural. Ezequiel (Ez. 2:2; 3:12-14), Pedro (Hch. 10:9-16) y Pablo (Hch. 22:17-21; 2 Co. 12:1-4) tuvieron experiencias similares.

Indudablemente, Juan recibió la visión un domingo (en el día del Señor) y de forma espectacular recibe la encomienda de registrar dicha visión: y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, 11que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.

La gran voz (cp. Ez. 3:12) era la del Señor Jesucristo hablando con toda su penetrante y autoritaria claridad como de trompeta. Esta voz soberana y poderosa le ordena: Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.

¿Por qué a estas siete iglesias? Porque estaban situadas en ciudades importantes de los siete distritos postales en los que se dividía Asia. Ellas eran, por lo tanto, los puntos clave para diseminar la información contenida en el Libro o rollo.
Las siete ciudades forman una ruta postal, empezando con Éfeso, y luego, en el sentido de las manecillas del reloj, están ubicadas las otras 6.

Juan, inmediatamente después de escuchar aquella voz como estruendo de muchas aguas (1:15c) a sus espaldas, se volvió para ver (1:12a). No fue simple curiosidad o morbo, sino en el sentido en el que está escrita la frase y respetando además el contexto de los demás libros, se refiere a la respuesta que hubo al llamado. Juan estaba colocado en una dirección pero la voz le urgía a volverse hacia ella, tal como el Señor le indica a todo ser humano:

“tú vas en un sentido, pero ese camino que llevas no es mi camino (Is. 55:7-9; 7Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. 8Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.). Por tanto, vuélvanse “y Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. (Is. 45:22).

De aquí aprendemos una máxima de la Palabra de Dios: Para poder ver la gloria de Dios, algún día, tienes que atender hoy el llamado a la voz del Señor y volverte del camino humano al señalado por Él en su Palabra.

Una vez vuelto, el apóstol vio al Señor Dios Todopoderoso en medio de sus 7 iglesias (candeleros) las cuales estaban a cargo de 7 mensajeros o ministros fieles (estrellas) (Cp. Ap. 1:20). El discípulo amado observa al Señor como Gran Sumo Sacerdote de su Iglesia 13y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.“, el cual portaba un atuendo que describe sus funciones como sacerdote supremo, el cual ofreció una vez y para siempre el perfecto y completo sacrificio por nuestros pecados, e intercede fielmente por su Iglesia de manera permanente (Ro. 8:33-34). El mensaje para la Iglesia era entonces que aún en medio de la persecución sufrida, las pruebas, tribulaciones y angustias padecidas, Él tenía atención y cuidado de ella.

Es importante notar que Juan primero describe el atuendo del Señor, y luego describe a su persona. Esto es porque las primeras características describen al Señor como Cristo “uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. “;  y las segundas lo describen como Dios y Señor soberano. 14Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.




Causa y efecto

            Todas aquellas personas que jactanciosamente dicen que han visto a Dios o que han tenido un encuentro con él nos ponen en dos posturas:

1.     Ellos son mentirosos
2.     Dios es mentiroso.

¿Por qué? Por lo que Juan relata que le sucedió inmediatamente después de la visión (Ap. 1:17-19) 17Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.

En contraste con los reclamos necios, frívolos, falsos y jactanciosos de muchos que afirman haber visto a Dios, la reacción de los que, en las Escrituras, vieron realmente a Dios fue inevitablemente la de temor y temblor, y no solo eso, sino una huella tan profunda en su interior que ésta provocó un cambio radical y permanente en sus vidas.

            Todo aquel que pudiera enfrentarse con la gloria santa y deslumbrante del Señor Jesucristo ha de llegar a tal estado de conciencia que nunca podrá vivir igual sino que el temor a Dios le seguirá todos los días de su vida.

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