Estudio del Libro del Apocalipsis
Introducción
Muchos creyentes consideran a este
precioso y majestuoso Libro como lo hacía el que fuera primer ministro de
Inglaterra, Winston Churchill: “un acertijo envuelto en un misterio dentro de
un enigma”.
Aún en la mayoría de las iglesias se elude
el estudio serio del mismo debido al desconcertante misticismo simbólico e
impresionantes imágenes que contiene. Juan
Calvino, el comentarista más importante de la Reforma, que escribió
comentarios sobre los otros Libros de la Biblia, no intentó escribir comentario
alguno al respecto de tan portentoso Libro. Tal falta de visión priva a los
creyentes de las bendiciones que el Libro promete a quienes lo leen con
diligencia (1:3; 22:7).
Apocalipsis ofrece una elevada perspectiva
de la Palabra inspirada de Dios. Reclama por sí mismo la inspiración divina
(1:2), y se ha calculado que 278 de
sus 404 versículos tienen que ver
con pasajes inspirados del AT.
Apocalipsis revela a Dios el Padre en toda su gloria y majestad, describiéndolo
como santo (4:8), verdadero (6:10), omnipotente (4:11), sabio (7:12), soberano
(4:11) y eterno (4:10). Apocalipsis ofrece detalles de las profundidades de la
depravación humana. A pesar de sufrir el último derramamiento de la devastadora
ira y del juicio de Dios sobre la humanidad pecadora, las personas endurecerán
su corazón (como lo hizo faraón; ver 1 S. 6:6) y no querrán arrepentirse
(9:20-21; 16:9, 11).
Las Escrituras no tienen un resumen más claro de la
doctrina de la redención que el de Ap.
1:5 “y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de
los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos
lavó de nuestros pecados con su sangre”. Apocalipsis advierte a la iglesia de los peligros
del pecado y de entrar en arreglos con el mundo (caps. 2 y 3), y le enseña cómo
adorar correctamente a Dios (caps. 4 y 5).
Apocalipsis describe la victoria final del
Cristo sobre Satanás, reseña el establecimiento político del postrer sistema
del mundo y relata la carrera del más poderoso dictador en la historia de la
humanidad, el último anticristo. También menciona el arrebatamiento de la iglesia (3:10), y describe el tiempo de 7
años de la tribulación (7:14; cp. Mt. 24:21), la 2ª venida de Cristo, la
batalla culminante de la historia humana (Armagedón), los mil años del reino
terrenal de Jesucristo, el juicio final de los pecadores no arrepentidos (el
juicio ante el Gran Trono Blanco), el estado final de los enemigos de Dios en
el infierno (el lago de fuego y azufre) y de los redimidos en el cielo nuevo y
la tierra nueva.
Apocalipsis afirma la plena deidad de
Jesucristo. Él posee los atributos y prerrogativas de Dios, que incluyen su
soberanía (1:5), eternidad (1:17-18), el derecho de juzgar a los hombres
(19:11) y el decidir quién vive y quién muere (22:1-3). Por último, Apocalipsis
afirma su igualdad de esencia con Dios al Padre al aplicar a Jesucristo los
pasajes del AT que describen a Dios (cp. Dt. 10:17 con 19:16; Pr. 3:12 con
3:19; Dn. 7:9 con 1:14; Is. 44:6 con 1:7; y 1:8 con 22:12-13).
Lejos de ser el libro misterioso e
incomprensible que muchos piensan que es, el propósito de Apocalipsis es
revelar la verdad, no ocultarla. En cada caso, apokalupsis describe algo
(o alguien) que antes estaba oculto, pero que ahora se hace visible.
Espiritualizar o alegorizar este portentoso
Libro pone en peligro la correcta interpretación del mismo. Este ha de
interpretarse literalmente en la mayor medida posible, porque al no observar
este método hermenéutico el intérprete quedará sujeto a su propia imaginación,
además de que lo llevará a situar el relato del Apocalipsis únicamente en el
pasado y en el presente, en vez de ponerlo en el futuro.
Autor
Por supuesto sabemos que el autor supremo
es el Altísimo Dios del cielo y de la tierra, pero también al Señor le plació
usar a un hagiógrafo humano para su difusión. Cuatro veces en Apocalipsis el
autor humano se identifica como Juan (1:1, 4, 9; 22:8). La iglesia primitiva
(hasta el siglo III) afirmó unánimemente que el escritor del apocalipsis era
Juan el hijo de Zebedeo, uno de los 12 apóstoles y autor del cuarto evangelio y
las epístolas de Juan.
Alrededor del siglo II (posiblemente
alrededor del 135 d. C.) Justino Mártir
declaró: “Hubo una cierto hombre con
nosotros, cuyo nombre era Juan, uno de los apóstoles de Cristo, quien
profetizó, por una revelación que le fue dada, que los que creyeron en nuestro
Cristo morarían mil años en Jerusalén; y de allí en adelante tendría lugar la
resurrección general y eterna y el juicio de todos los hombres”. Como
Justino vivió durante algún tiempo en Éfeso, una de las siete iglesias a la que
se dirige el Apocalipsis, su testimonio es muy importante.
Ireneo,
discípulo de Policarpo, quien fue discípulo del apóstol Juan, también en
algunos de sus escritos hace referencia a una serie de citas del Apocalipsis,
reconociendo además la autoría del Apóstol. Clemente de Alejandría y Tertuliano
son otros testigos importantes a favor del Apóstol Juan.
Aunque existen diferencias entre el estilo
literario del Apocalipsis y los otros escritos inspirados de Juan, podemos
observar en ellos notables paralelos. Solamente el evangelio de Juan y
Apocalipsis se refieren a Cristo como el Verbo (Jn. 1:1 y Ap. 19:13). En varias
ocasiones Apocalipsis describe a Cristo como el Cordero; un título que solo se
encuentra, además de aquí, en el Evangelio según San Juan. Asimismo, estos dos
Libros se refieren a Jesucristo como testigo (Jn. 5:31-32 y Ap. 1:5).
Entonces bien, a pesar de las diferencias
gramaticales y lingüísticas, el griego
usado en el Apocalipsis tiene más afinidad con los otros libros juaninos
que cualquier otro libro del NT. Los comentaristas modernos que ponen en tela
de juicio la autoría de Juan pasan por alto la opinión tradicional e histórica,
las cuales colocan al discípulo amado como el único autor de este majestuoso
Libro.
Fecha
Fue escrito en la última década del primer
siglo (cerca del 94-96 d. C.), cerca del fin del reinado
del emperador Domiciano (81-96 d. C.). Los padres de la iglesia Clemente de
Alejandría, Orígenes, Victorino, Eusebio y Jerónimo también afirman en sus
escritos que Juan escribió el Apocalipsis durante el imperio de Domiciano.
El apocalipsis se escribió en un período
en el que la iglesia estaba sufriendo persecución: Juan había sido desterrado a
Patmos, al menos un creyente ya había sufrido martirio (Ap. 2:13 indica que Antipas había sido martirizado, y la tradición
histórica señala que era obispo de la iglesia de Pérgamo y que sufrió por su fe
siendo asado vivo en una olla de bronce), y en el horizonte se vislumbraba más
persecución (2:10).
El peso de la evidencia favorece claramente
la fecha de la redacción de Apocalipsis a mediados de los noventa, casi al
final del Imperio Domiciano. Esto es de importancia fundamental, porque elimina
la posibilidad de que las profecías dadas en el Apocalipsis se cumplieran en la
destrucción de Jerusalén en 70 d. C.
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